Duelos de plomo impasibles, un sello ochentero que el tiempo se llevó


Duelos de plomo: cuando la épica se medía en milímetros

En una época donde la tecnología se medía en bits y los héroes en pulgadas, los duelos de plomo eran el pináculo del entretenimiento infantil. No hablamos de tiroteos al estilo western, sino de batallas épicas entre ejércitos de soldaditos de plomo, donde la estrategia se decidía con un soplido y la victoria se celebraba con un "¡bum!" gutural.

Imaginen la escena: un campo de batalla improvisado en la alfombra del salón, soldados de plomo alineados en formaciones complejas, y dos niños, con la concentración de un general Patton, planeando sus movimientos. La artillería pesada eran canicas, los tanques, coches de juguete, y la caballería, jinetes diminutos con lanzas de palillo.

Los duelos eran intensos, con estrategias dignas de Sun Tzu y tácticas que harían sonrojar a Napoleón. Los soldados caían con un estruendo metálico, las explosiones eran simuladas con efectos de sonido guturales, y los gritos de guerra resonaban en toda la casa.

Pero lo más divertido de todo era la impasibilidad de los soldados. No importaba cuántas bajas sufrieran, su expresión estoica permanecía inalterable. Eran la encarnación de la valentía, la lealtad y la falta de emociones.

Los duelos de plomo eran una oda a la imaginación, una celebración de la épica en miniatura, un recuerdo de una época donde la diversión se medía en milímetros y la victoria se celebraba con un "¡bum!" gutural.



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