El ladrón de golosinas de cuatro patas, al verse descubierto, se hizo el dormido andante.


 

El ladrón de golosinas y su siesta estratégica

En el reino de las golosinas, donde los dulces reinan y los paquetes crujen con promesas de sabor, un ladrón de cuatro patas acechaba con sigilo. Su nombre era "Pelusa", un gato con un apetito insaciable por los manjares prohibidos.

Su última misión: el botín de la abuela, una bolsa de caramelos de menta que yacía sobre la mesa de la cocina. Pelusa, con la agilidad de un ninja felino, se deslizó por la encimera, sus ojos fijos en el premio.

Pero, ¡oh, tragedia! Justo cuando sus garras estaban a punto de alcanzar la bolsa, la abuela irrumpió en la cocina, sorprendiendo al ladrón en pleno acto. Pelusa, consciente de su crimen, sabía que debía actuar rápido.

En lugar de huir o confesar su delito, Pelusa optó por una estrategia audaz: hacerse el dormido andante. Sí, lo leyeron bien. Con la bolsa de caramelos aún entre sus patas, el felino comenzó a caminar lentamente, con los ojos cerrados y un ronquido teatral.

La abuela, desconcertada, observó la escena con incredulidad. Pelusa, mientras tanto, continuaba su actuación, tropezando con las patas de las sillas y chocando contra los muebles, todo mientras mantenía su fachada de sueño profundo.

La abuela, finalmente, no pudo contener la risa. "¡Pelusa, eres un ladrón muy malo!", exclamó, mientras le arrebataba la bolsa de caramelos. Pelusa, derrotado pero aún con un toque de picardía, abrió un ojo y le dedicó una mirada de "no me arrepiento de nada".

Y así, el ladrón de golosinas de cuatro patas se ganó un nuevo apodo: "Pelusa, el dormido andante", un recordatorio de que, a veces, la mejor defensa es una buena siesta estratégica.

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