¡Puente romano dice "hasta aquí llegué"! Mil años no son suficientes contra una buena tromba
El Puente Romano de Talavera de la Reina, un venerable anciano de piedra que ha visto pasar imperios, legiones y seguramente algún que otro carro tirado por burros gruñones, finalmente ha dicho "basta". Después de unos cuantos siglos aguantando carros modernos, peatones apurados y las inevitables pintadas de "aquí estuvo...", el pobre ha sucumbido a la furia desatada de una riada que debió pensar: "¿Un puente de hace mil años? ¡A ver si es para tanto!".
Imaginen la escena: el Tajo, habitualmente un río con modales, transformado en una bestia furiosa, hinchado y rugiendo como si acabara de perder su mando a distancia. El pobre puente, con sus arcos milenarios, intentando mantener la compostura, como un abuelo intentando calmar a un niño hiperactivo en una fiesta de cumpleaños.
Pero la riada no estaba para sutilezas. Con la determinación de un turista con sed en un bar en hora feliz, se abalanzó contra las históricas pilastras, gritando algo que sonaba como "¡A mí la historia me da igual!" en lenguaje acuático.
El puente, que seguramente había sobrevivido a invasiones, guerras civiles y las modas de peinados más extrañas de la Edad Media, no pudo contra esta embestida acuática con esteroides. Con un suspiro pétreo (o quizás fue el sonido de una piedra desprendiéndose), parte de la estructura cedió, como un castillo de arena ante la marea alta.
Ahora, los talaveranos tienen una nueva atracción turística: las ruinas parcialmente sumergidas de un puente milenario que decidió tomarse unas vacaciones forzosas bajo el agua. Los historiadores estarán debatiendo durante siglos si fue un acto de la naturaleza o si el puente, secretamente harto del tráfico moderno, decidió hacer una "huelga de piedras".
Los memes en redes sociales, por supuesto, no se han hecho esperar. Desde comparaciones con el Arca de Noé hasta sugerencias de construir un nuevo puente con flotadores gigantes, el ingenio popular está en plena efervescencia.
La moraleja de esta historia es clara: por muy milenario y resistente que seas, nunca subestimes el poder de una buena tromba. Y quizás, la próxima vez, deberíamos construir los puentes con un poco más de flotabilidad, ¡por si acaso a la naturaleza le da por hacer una fiesta acuática inesperada! ¡Pobre puente, esperemos que su "espíritu" romano siga en pie!
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