Oh noooo, here I go againnnn

¡Tobogán resbaladizo al desempleo! Cuando la oficina se convierte en parque acuático (sin permiso)

En el vertiginoso mundo laboral, donde la productividad es la reina y las distracciones son el enemigo, existe una regla de oro tácita: la oficina no es un parque de atracciones. Sin embargo, parece que un intrépido (o quizás despistado) empleado ha decidido desafiar esta norma con resultados tan hilarantes como potencialmente... bueno, desempleadores.

Un día laboral cualquiera, el suave tecleo de los teclados, el zumbido de las fotocopiadoras, y de repente... ¡un grito ahogado seguido de un "¡Oh noooo, here I go againnnn!" que resuena por todo el espacio de trabajo! ¿Acaso se ha caído el servidor? ¿Se ha agotado el café? ¡No! ¡Es nuestro héroe (o anti-héroe) deslizándose a toda velocidad por una improvisada pista de hielo de oficina!

La causa de este inesperado descenso es, cuanto menos, peculiar. Ya sea una torpeza monumental combinada con un suelo recién encerado, una silla con ruedas traicioneras que decidió tomarse unas vacaciones sin previo aviso, o (y esta es nuestra teoría favorita) un intento secreto de probar la "eficiencia de evacuación por tobogán" en caso de emergencia, el resultado es el mismo: ¡un hombre fuera de control en un descenso no autorizado!

Probablemente el tobogán lo haya llevado a su nuevo trabajo.

Sus brazos y piernas, cual molinillos de viento descontrolados, intentan desesperadamente encontrar tracción en la superficie resbaladiza. Su rostro, una mezcla de sorpresa y resignación, refleja la comprensión de que este no es precisamente el ascenso profesional que había imaginado.

Los compañeros de trabajo, inicialmente desconcertados por el estruendo, pronto se asoman por encima de sus cubículos, ofreciendo una mezcla de miradas de incredulidad y carcajadas contenidas. Algunos incluso sacan sus teléfonos, sabiendo que este momento épico merece ser inmortalizado para la posteridad (y futuras fiestas de la oficina).

La trayectoria del deslizador es impredecible. Evade milagrosamente papeleras, sortea sillas giratorias con la gracia de un bolardo borracho y por poco se lleva por delante la planta de la recepcionista. ¡Es como una escena cómica de persecución, pero con un solo protagonista y sin ningún villano aparente (aparte de la física y quizás su propia falta de coordinación)!

El aterrizaje, inevitablemente, es menos que triunfal. Ya sea un choque suave contra una pared acolchada (¡ojalá!) o un aterrizaje más abrupto contra una pila de cajas (¡ay!), el resultado final es el mismo: un empleado ligeramente magullado, con el ego herido y una historia increíblemente divertida (aunque quizás no para su jefe).

La moraleja de esta historia (si es que hay alguna más allá de "ten cuidado por dónde caminas en la oficina") es que la vida está llena de resbalones inesperados. Y a veces, lo único que podemos hacer es abrazar el caos, levantarnos con una sonrisa (y quizás un poco de hielo) y esperar que nadie haya grabado el incidente para la reunión de la próxima semana. ¡A deslizarse con precaución, amigos! ¡Y que la fuerza de la fricción los acompañe!



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